Escribe Paola Miglio (IG @paola.miglio)

Es rico cuando se encuentran los sabores latinos. Cuando en el lugar más inesperado se respira amistad, camaradería y hay una conjunción regional precisa. Como si todo se hubiese alineado para que tanto los protagonistas como la tradición de cada país se enlazaran sin contratiempos y a buen son. Y es que en Puerto Rico hay eso, buen ritmo, buen flow, personalidad y carácter. Purita Latinoamérica.

Hubo recorrido por el bosque húmedo, hubo pies mojados en río y playa, atardeceres al otro lado del horizonte y un descubrir de noches sabrosas llenas de salsa dura y urbanidad. Protesta. Mundo contestatario que hoy se rebela no solo en el micro, sino también en la mesa, con insumos locales, con sabores auténticos, con cocineros y cocineras jóvenes que apuestan por su Puerto Rico al completo. No ese lugar que creemos lejano por distancia y destino político, sino aquel que vive con sentimiento una identidad potente y unas ganas de independencia cultural arrebatadoras. En esa clave de son nos movimos, y ahí mismo, descubriendo sus cocinas, que son varias y reciben influencias del mundo, el chef argentino Martín Louzao abrió las puertas de su Cocina Abierta para que en una noche de canto revolucionario a cargo de la performer Mima Grama, se sirviese primero el fruto de su exploración de años y, la noche siguiente, la Mesa Redonda congregase el fulgor latino.

Desde Miami (La Mar) voló el peruano Diego Oka con cebiches de langosta y pesca del día en leche de tigre de ají dulce, y picante de maní con anticucho y salsa de huacatay. Desde Nueva York (Contento NYC) el también chef peruano Oscar Lorenzzi con un pulpo braseado y muselina de almendras y panceta con ese arroz verde que nos trasladó directo a la cocina de casa. Y desde Lummi (isla del archipiélago de las Islas San Juan, estrecho de Georgia, Washington, Estados Unidos), Daniela Soto Ines, mexicana, quién desplegó una bendita taquiza de setas con tortillas de plátano verde y un tamal de calabaza con crema de romero. La apertura fue un platón de frutas locales, el acompañamiento un desfile de vinos a cargo de la volcánica Michelle Negrón y los cócteles de La Factoría, y la curaduría de Martín, atento, festivo, hospitalario. La noche de fiesta, el color en la mesa, el tiempo que cura una separación forzada y que motiva un acercamiento inevitable. Puerto Rico es latino. Lo es.

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