Aún persisten los vestigios del trabajo colectivo. La merienda, plato emblemático de la celebración, encarna ese espíritu comunitario: la fusión de múltiples sabores en una sola presentación. Su preparación exige colaboración y su degustación convoca a muchos
Escribe y fotos Sonaly Tuesta (IG @sonalytiesta)
Aún persisten los vestigios del trabajo colectivo. En la organización de la festividad hay siempre un líder principal, acompañado por quienes lo secundan en cada comparsa. Si el momento lo requiere —como una misa u otro acto importante—, también hay un encargado específico. La merienda, plato emblemático de la celebración, encarna ese espíritu comunitario: la fusión de múltiples sabores en una sola presentación. Su preparación exige colaboración y su degustación convoca a muchos
Quisiera hablar del Señor de Choquekillka por su opípara merienda, pero algo me dice que debo empezar por el milagro. Una luz poderosa brotaba del remolino en el Willkamayu (Vilcanota) cuando Domingo Huillca, aferrado a una rama endeble, esperaba que lo rescataran. En medio del torbellino, vio girar una cruz que parecía surgir desde las entrañas del río. Su llamado fue escuchado, y no solo lo salvaron a él, también al madero que brillaba entre las aguas.
Como aquel paraje llevaba el nombre de Choquekillka, la cruz heredó esa identidad. Desde entonces, se le venera como patrón jurado de Ollantaytambo (Urubamba, Cusco) y su fiesta, durante Pentecostés, sigue encendiendo la fe y la alegría de su pueblo. Este 2025, los días más festivos fueron del 7 hasta hoy, 10 de junio.
Y como manda la costumbre, las calles se llenan de danzantes que, según el orden establecido, velan al Señor, lo cargan en procesión y comparten con la gente su energía y devoción. En las cocinas de los carguyocs, responsables de organizar y auspiciar cada comparsa, se preparará la tradicional vianda o merienda: símbolo culinario del festejo.
Como la fiesta demanda grandes cantidades de comida, también requiere de un sistema de colaboración: la hurk’a. Dos meses antes de la festividad, los mayordomos recorren las casas con panes y cervezas en mano, comprometiendo a amigos y parientes para que colaboren con lo que se necesita. Como están hurkados tienen que cumplir. Es un acto de reciprocidad que sostiene la celebración y fortalece los lazos comunitarios.
La merienda se ofrece a quienes van llegado al cargo wasi en el día central y es de profundo significado durante el cacharpari, cuando la comunidad despide la fiesta en Wayronqoyoc Pampa. Es abundante y sabrosa, y reúne una variedad de preparaciones que se cocinan por separado: la torreja de harina de maíz, por ejemplo, el cuy al horno o el estofado de carne. Así que es necesario el trabajo colectivo.
El plato de la merienda es un festín de sabores y simbolismos. Se compone de locro de lisas o ullucos, guiso de calabaza, papas de Patacancha, maíz tostado, un estofado o guiso de carne, algo de arroz, torrejas de harina de maíz, ensalada de cochayuyo con queso, tullán —esa salchicha hecha con las vísceras del cuy—, el cuy al horno y, por supuesto, sus rocotos. Imagino que pueden darse algunas variaciones. Recuerdo que en una ocasión, durante una fiesta, el mayordomo central incluyó tomates y plátano frito.
Dicen que, antiguamente, al Señor de Choquekillka lo llevaban a la chacra para bendecir la tierra. Se le ofrecía un buen plato de merienda como símbolo de gratitud y pedido de abundancia. Hoy, en la pampa, he visto cómo frente a la cruz se deja un plato por cada carguyoc, para recibir la bendición. Solo después de ese acto sagrado, la comida se comparte con los asistentes, autoridades e invitados especiales.
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