LA MÍNIMA INTERVENCIÓN DE MATÍAS RICCITELLI
La propuesta del enólogo argentino reafirma su presencia en el mercado nacional, visitamos su bodega mendocina, donde se ubica uno de sus viñedos. Así se come y bebe en Luján de Cuyo.
La propuesta del enólogo argentino reafirma su presencia en el mercado nacional, visitamos su bodega mendocina, donde se ubica uno de sus viñedos. Así se come y bebe en Luján de Cuyo.
Escribe Daniel Quintero (IG @danielquintero) Fotos Ricitelli Wines, portada por Marcos López
Matías Riccitelli es un viejo conocido del Perú, en parte por las irreverentes etiquetas de su Hey Malbec!, que atrajeron miradas en las góndolas de los supermercados limeños. Hoy, la propuesta del enólogo argentino reafirma su presencia en el mercado nacional. Para conocer más de ella, visitamos su bodega mendocina en Las Compuertas, donde se ubica uno de sus viñedos, a más de 1000 msnm. Así se come y bebe en Luján de Cuyo.
El estilo de vinos que se hacen en Mendoza se ha ampliado mucho desde el boom iniciado por enólogos como François Lurton (Piedra Negra), Nicolás Catena Zapata (Catena Zapata) y también Jorge Riccitelli (Norton), padre este último de Matías Riccitelli. “Nosotros no hacemos gaseosa. Hacemos vinos con mínima intervención, en los que cada añada es diferente, pero bajo un mismo estilo”, afirma contundente este enólogo nacido en Cafayate y que ha dedicado más de 20 años al estudio de las vides y la exploración de vinos, donde cada detalle está pensado según su personalidad.
La entrada al mercado de sus vinos naturales fue disruptiva, con etiquetas tan llamativas como irreverentes por sus guiños a la cultura pop. “Cuando comenzamos diseñamos las etiquetas con terceros, pero ahora las hacemos en casa”, y con ese espíritu de hacerlo todo, Riccitelli suma ya más de 40 etiquetas. Algunos vinos se mantienen, otros son experimentales y por el tamaño de la producción muchas veces se “rompe el stock”. “Somos la bodega sin vinos”, nos comenta uno de sus colaboradores. “Nuestra bodega explora distintos métodos: tenemos tanques de concreto, ánforas, toneles y foudres (los primeros son de tapa redonda, los segundos ovaladas) y todo lo trabajamos por gravedad”.
Mientras Riccitelli profundiza, se escucha el clásico de Blur Girls & Boys, inundando con su vibra relajada la pequeña bodega en Las Compuertas. Allí, Matías nos lleva al lugar donde se guardan los vinos: “aquí hacemos la crianza en barrica. Tenemos desde la tradicional hasta biomaduración con flor”, dice el enólogo, refiriéndose a aquella técnica que permite la formación de levaduras y hongos sobre la superficie del vino. Riccitelli agrega que “los que después de un tiempo deciden no tener flor y comenzar a oxidarse, los guardamos en damajuanas”. Al lado derecho, un container, tiene la imagen de un dragón: “es el vino que decidió oxidarse en la barrica, ahora está al sol, teniendo una oxidación forzada y de ahí lo llevaremos a la botella”, dice.
El arte de las etiquetas decora los diversos espacios. Su sala de cata tiene una mesa de madera con vistas al viñedo: aquí no hay ostentación o lujo más que la naturaleza, el paisaje que forman la cordillera andina nevada y los campos de uvas que están descansando en el invierno mientras las hierbas crecen alrededor de las vides. Esa vista es todo lo que necesita.
EL BISTRÓ
Junto a la bodega hay otro espacio, pintado de negro y con una acogedora terraza. Allí se ubica una pequeña tienda, pero también la cocina y el comedor del bistró que dirige el chef Juan Ventureyra. El menú de Ventureyra se alinea con la filosofía de la bodega: dos hectáreas de huerta alimentan el producto que se extrae por temporadas y al que suman insumos procedentes de pequeños productores de lácteos y algunos de patios de comunidades cercanas.
Probamos la carta de invierno, donde las preparaciones con beterraga y otros tubérculos forman parte de los platos que muestran a qué sabe Mendoza. Un hinojo cocido lentamente en mantequilla sobre una crema de queso revela una concentración de los sabores sutiles. Otra de las preparaciones es un queso de cabra a la plancha proveniente de productores del desierto de Lavalle. El plato de papas es un homenaje a los tubérculos, esos que te hacen ver que las fronteras del hombre no son las de la naturaleza, que todos tenemos todo y que debemos aprender a usarlo. Se suman unas ocas mendocinas.
La única proteína animal que el chef sirve esta vez es un clásico magret de pato. El punto tira hacia lo “bien cocido”, y ante nuestra consulta Juan nos explica que al mendocino no se le puede servir un ave tan roja porque es parte de su cultura. En boca jugoso y suave a la mordida.
MARIDAJE
Comenzamos el almuerzo con Vermouth del Monte, un nuevo proyecto en el que Matías utiliza como base sus vinos a los que suma botánicos que extrae del viñedo: son plantas y cortezas que estudió con un equipo de biólogos para aprovechar lo que crece salvajemente en sus tierras.
Los platos del bistró se maridaron con vinos seleccionados por el equipo y por el propio Matías, quien nos acompañó en la mesa presentando cada producto. Empezamos con el ya clásico Blanco de la Casa, un blend de Semillón, Sauvignon Blanc y Chardonnay con crianza en huevos de hormigón; con buena acidez y notas minerales. Seguimos con Patagonia Semillón, de marcado sabor a fruta: “cuando decidí expandir la bodega, conseguí una parcela en la Patagonia, donde estamos desarrollando vinos bajo el mismo espíritu, pero con eseterroir”. También de la Patagonia, Flor, de su catálogo de vinos con maduración biológica, de una acidez brillante y nariz muy frutal. “Aunque soy de Cafayate, comencé la expansión en Patagonia, ahora tenemos un viñedo en Gualtallary y queremos tener otro en Salta”, señala.
Pero el espíritu de Matías Riccitelli va más allá. Está por presentar su proyecto V.I.N.O., con productos deterroir en colaboración con otros enólogos y productores independientes de Argentina y otros países. “Se viene uno en Itata (Chile) y la idea es una colección de vinos naturales independientes”, señala mientras nos sirve su recién estrenado clarete de uva criolla. “Es que hasta el nombre clarete me gusta”, agrega con una sonrisa.
Justo antes de concluir el almuerzo, Matías se ausenta unos segundos para volver con una botella empolvada. “Este es el primer Sauvignon Blanc que hemos hecho para la venta comercial”. La botella ha estado en la bodega desde 2018 y contiene un vino que conserva su color, tiene una acidez brillante con notas herbales y a fruta blanca. “Este vino aún se puede guardar más”, comenta, finalizando así la experiencia. Acabamos la copa, nos despedimos y salimos hacia el aeropuerto. Dejamos Mendoza, por ahora.
LOS DATOS
La Bodega Riccitelli tiene desde el mes de agosto un nuevo importador en Perú, por lo que el portafolio de sus vinos será más fácil de conseguir. Si los quieren conocer pueden visitar su web o contactar en Lima a Gastronia.
Para viajes cortos, de fácil acceso y con las comodidades básicas. Un espacio correcto, para trabajar y cerca de la zona gastronómica de Bogotá.
Leer másSalimos de Lima con rumbo norte para conectar con la naturaleza en la Reserva Nacional de Lachay y comimos delicioso en la ruta.
Leer másEscribe Redacción El Trinche (IG @eltrinchecom) Visitamos Cartagena, una ciudad caribeña, vibrante y llena de color, donde los sabores revelan un mestizaje entre la comunidad afro, los migrantes libaneses y la cocina tradicional. Allí, en el barrio de Getsemaní, el chef Jaime Rodríguez tiene Celele, un restaurante dedicado a la investigación del producto local. Él es quien hoy nos comparte sus lugares favoritos en […]
Leer más