COMER EN BARRANQUILLA: UN RECORRIDO SABROSO Y LOS MEJORES DATOS DE LA CIUDAD

Para todos los gustos y bolsillos, un recorrido barranquillero que los hará gozar con los sabores de El Caribe colombiano. Acá la mesa y la barra están bien puestas.

Escribe Daniel Quintero (IG @deqp)

Son las cinco de la mañana y, mientras los pájaros trinan entre los árboles de mango, Barranquilla despierta y Patricia López comienza a organizar su puesto de “fritos”: un carrito en la esquina de la 72 y 54, donde junto a su madre, María, está hasta “que Dios quiera” vendiendo jugo de naranja recién exprimido y dedos de queso (tequeños), papas rellenas y carimañolas, una suerte de empanada hecha con masa de yuca en fritura profunda y “al momento”. Los aromas se expanden por las calles de la ciudad caribeña mientras comenzamos el recorrido.

Barranquilla es una ciudad que se encuentra justo en el delta del río Magdalena, al norte de Colombia, como cosa curiosa, este hub portuario nunca tuvo una fundación oficial, simplemente los viajeros pasaban y algunos se quedaban a hacer su vida, desde los tiempos de la Colonia.  Afrodescendientes, amerindios y conquistadores se mezclaron y ese mestizaje creció dándole paso a otras migraciones, como la siria, judía y española, que fueron dejando sus raíces, sabores y culturas.

Como todas las ciudades del Caribe aquí se siente calor, no solo del clima, sino también de su gente, que con brazos abiertos acoge al viajero y le abre las puertas de sus casas. Ahí está Doris Fandiño de Gonzalez, chef y propietaria de La casa de Doris, un restaurante que comenzó casero hace más de 30 años y donde se sirven preparaciones tradicionales de El Caribe colombiano. Cada espacio de la que antes fuera su casa se ha convertido en un salón del local. Su sazón abraza y reconforta con largas y suculentas cocciones donde el dulce y el salao’ se integran de manera orgánica. Para comer todos los días guisado de carnes a la olla, asado o lengua acompañado de arroz blanco o con coco, frejoles y ensalada fresca de palta, cebolla y tomate. “Si no hay aguacate (palta), no se hace comida”, dice Doris. Sus postres son caseros y deliciosos, no se vayan sin las bolitas de coco.

Lengua estofada en La casa de Doris. Foto Daniel Quintero.

En el primer hito de la modernización de Barranquilla, el malecón del río Magdalena, la figura de un caimán posa con la boca abierta evocando aquella cumbia escrita por José María Peñaranda de que data de 1945 y dice: “Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla”. La cabeza colorida de El caimán del río invita a tomar fotos y dentro de su tronco hay 25 emprendimientos gastronómicos locales, donde las “anclas” son cadenas y se suman primeros emprendimientos de pizzas, pastas, paellas, mariscos, crepes, cocina saludable, pollo, entre otros. El malecón es solo el comienzo, la idea es que Barranquilla se convierta en una ciudad que vea y valore el río, con edificios, pista para F1 y la Arena del Río, un complejo con apartamentos, hotel y un escenario móvil que permitirá espectáculos deportivos y musicales, entre otros.

El caimán del río en todo su esplendor. Foto Miguel Salgado Cadenas.

Otros conceptos gastronómicos también invaden la ciudad, como el centro gastronómico La Independiente, un espacio que alberga propuestas que cuidan el servicio y lo estético, cocinas como Lola Restobar, M Cocina Árabe, Okra de cocina mediterránea y Palo de Mango del chef Alex Quessep, que ofrece una mirada al mundo desde los sabores de El Caribe colombiano y debe su nombre al árbol de mango que se encuentra en el medio de su terraza y sobre el cual se ubica. Aquí podrán comer lomo negro con papas doradas; berenjenas en miel de granada; filete de pescado en salsa de mariscos, coco y almendra; o tacos de Guandú, con costillas de res desmechadas, plátano, chicharrones y pimientos.

Otro de los emblemas en Barranquilla es Manuel Restaurante, la evolución de Cocina 33, un espacio donde el chef Mane Mendoza presenta una carta hecha para compartir y las preparaciones exaltan el producto local, texturas y sabores experimentales, acompañadas de una nutrida variedad de cócteles en un espacio de diseño. Algunos de los platos que van a poder encontrar son el taco de pescado con tortilla de maíz azul, crudo de pescado, montaditos de carpaccio sobre bao o su mil hojas con crema de vainilla y arequipe de leche de búfala.

Los fritos: empanadas, quesos, tequeños y más. Foto Daniel Quintero.

Los hijos de Sancho sigue esta línea también, pero con un planteamiento más desenfadado. Presentan una carta relajada y llena de sabor, usando ingredientes locales, fermentos y potenciadores de sabor. Hay chicharrones en texturas, las empanadas de pipián con costilla o la burrata crujiente con berenjenas. A eso se le suma una selección de destilados hechos en casa, la pasión del chef José Barbosa, como el gin Selva o su chirrinche, elaborado a partir de la fermentación del agua de la panela (guarapo).

Cultura, gastronomía y música se unen en Barranquilla y se exaltan en lugares como La Cueva, que originalmente era bodega y lugar de reunión del “Grupo de Barranquilla”, y ahora es un espacio dedicado a resaltar la salsa, con una buena propuesta de cocina y bar. Este espacio es uno de los brazos de la Fundación La Cueva, que se ocupa de presentar el trabajo de este grupo de hombres que se eventualmente se convirtieron en músicos, pintores, fotógrafos, directores y escritores.

Para cerrar, café. La casa en el cielo abrió las puertas al público por muy poco tiempo en 2019 y desde la pandemia se enfoca en hacer experiencias privadas y vender sus granos con perfiles de tueste alto y medio. Es producto de una familia de caficultores de Antioquia que decidió llevar el mundo del café a un nuevo nivel en Barranquilla. Y Los hijos de Sancho de José Barbosa, que dentro de su carta ofrece también la marca Finca La Floresta, un café del bosque de Sierra Nevada con perfil a chocolate y buen cuerpo. Si bien esta no es una barra de café (ya reseñamos el local en párrafos anteriores), es interesante ver cómo restaurantes van apostando por servir cafés de calidad, lo que da valor agregado a su propuesta. Así, llena de color, esta ciudad es más que solo un carnaval y todo el año destila alegría. ¿El calor? Pues se lo bajan con un bien fresco jugo de corozo, fruto rojo con muy poca pulpa y semilla grande de palmas caribeñas.

 

Etiquetas: barranquilla, cocina caribeña, cocina colombiana, colombia, dónde comer, empanadas, fritos,

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