LA GROTTA, EL NUEVO ITALIANO EN SAN ISIDRO
San Isidro suma una nueva propuesta de restaurante italiano con cocina tradicional. Y es la chef Vanessa Siragusa la gestora de este proyecto.
San Isidro suma una nueva propuesta de restaurante italiano con cocina tradicional. Y es la chef Vanessa Siragusa la gestora de este proyecto.
Escribe Luis Martín Alzamora (IG @papeaperu)
San Isidro suma una nueva y muy interesante propuesta con la llegada de La Grotta, un restaurante italiano que apuesta por la cocina tradicional y por el desarrollo de una salumería propia, aplicando técnicas clásicas de curado que no suelen verse con frecuencia en Lima.
El proyecto La Grotta está liderado por la carismática cocinera peruana Vanessa Siragusa (Dánica), quien encuentra la idea y la inspiración en los viajes a Italia que hace para visitar a su familia en Sicilia. A lo largo de los años, aprovechó estas escapadas para extenderlas hacia distintas regiones del país, como Milán, Roma, Puglia y Toscana, pudiendo explorar recetas, productos y estilos que hoy forman la base conceptual de La Grotta. La idea es tener un espacio donde cualquier italiano pueda sentarse a comer y sentir que está en casa y, en consecuencia, que los locales sintamos que estamos comiendo algo de por allá bien hecho.

El espacio es cálido y contemporáneo, alineado con la identidad del proyecto. Amplias ventanas dejan que durante el día la luz natural entre dominante y, durante la noche, una media luz da un ambiente acogedor y muy relajante. La cocina tiene una enorme ventana mirando a la calle, lo que hace muy divertido para el peatón detenerse unos segundos a ver el trajín y la corredera que puede tener una cocina en hora de servicio. La cocina está a cargo de Umberto Salini, chef con amplia experiencia en gastronomía italiana y con importante trayectoria en diferentes cocinas del mundo. Su trabajo es clave en el desarrollo de los curados y en la interpretación de recetas clásicas, manteniendo un enfoque riguroso y fiel a las raíces de cada región.
La Grotta abrió sus puertas hace poco más de una semana y ya presenta una carta que combina tradición con técnica. De los platos que probamos podemos recomendar la tabla de prosciutto, que es una introducción a lo que se viene con la salumería casera del restaurante; la cotoletta estilo Fismuler, jugosa, crujiente, con el huevo tipo pochado encima y unos toques de trufa negra; los carameloni de pera con gorgonzola, que son elegantes y persistentes; los gnocchi alla arrabiata, como un ejemplo claro de la cocina popular italiana; y un sorbetto di cioccolato fondente con toques de oliva que redondean el final.

La carta de vinos es breve, pero sin pecar de muy corta, una selección maestra de diferentes perfiles del mundo, dominando Italia. Hay una opción para todos los presupuestos y gustos del cliente. No podíamos dejar de lado la coctelería, que también apuesta por los aperitivos, spritz y algunos otros clásicos italianos. El negroni bianco es un poema, balanceado, aromático y limpio. Excelente para abrir el estómago mientras llega el pedido.
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