
NINA POR EL MUNDO: ¡QUÉ PLACER LA MAR!
Qué suerte y qué mérito saber aprovechar y entender la diversidad cultural en la gastronomía como lo ha hecho el Perú.

Qué suerte y qué mérito saber aprovechar y entender la diversidad cultural en la gastronomía como lo ha hecho el Perú.
Escribe Nina Guzmán (IG @nina.guzmanh) / Ilustraciones Alberto Montt (IG @albertomontt)
Aprovecho la quietud de un traslado en bus en Bordeaux (Francia) para concentrarme en recordar lo que comimos en La Mar. Nuestra última visita a Lima fue cortísima: tres noches y apenas dos días, pero La Mar Cebichería era parada obligatoria, siempre lo es.
Cierro los ojos, buscando ideas, frases e imágenes para comenzar a escribir este texto, y se me viene a la cabeza el “barco de sashimi”. El erizo. Esas “lenguas” de erizo, deliciosamente acomodadas en la popa de un galeón gigante de pescados frescos y conchas, al que los de La Mar humildemente le llaman chalana. Qué despliegue de colores y texturas del Pacífico el que nos pusieron sobre la mesa. Comienzo a salivar. No exagero. Se me hace agua la boca y tengo que abrir los ojos y obligarme a dejar de pensar en el erizo.

A La Mar he ido tres veces, o cuatro, y me da la impresión de que cada vez se supera a sí misma. Su auténtico equilibrio entre respeto al producto y el espíritu lúdico de su cocina ha ido consolidando una carta que desborda creatividad, orgullo y excelencia. Ese día no tan lejano éramos un grupo grande y mixto en edades y orígenes. Teníamos representación argentina, mexicana, chilena, costarricense y peruana. Revisamos el menú y rápidamente llegamos a la misma conclusión: que pida la peruana. Vámonos a ciegas y que llegue a la mesa lo que tenga que llegar, que igual todo es rico.
Como bienvenida a Lima, empezamos con un cebiche clásico. Y qué cebiche. Una perfección en la acidez de la leche de tigre que no se puede creer. Destacaba el amado choclo del Perú, en balance con el ají y el camote, aportando el sabor de la tierra a este plato estandarte. Para seguir picando, compartimos los deliciosos chicharrones con yuca frita. El poke limeño llegó con controversia. Cuando nuestra amiga anunció que lo había pedido, mi novio hizo caras. No es fanático de los pokes, al contrario, considera que los restaurantes abusan del formato y que es una moda que raya en plaga. A ver, y un poco sí. Pero La Mar lo dejó callado y contento. Nos deleitó la delicadeza en el trato de cada ingrediente y la combinación de texturas que resultan en un plato tan bello como sabroso.
Para el momento en que nos sirvieron la gran chalana, ya todo era fiesta. Veníamos de probar también el steak and lobster —bife angosto con langosta en salsa de chupe thai—, uno de los platos de la exquisita propuesta El Mar y la Pampa. La emoción seguía. Si han ido a La Mar, lo saben: la mesa se llena de risas, anécdotas y comida que pasa de un lado a otro porque nadie quiere quedarse sin probar y, más lindo aún, sin que el otro pruebe. La experiencia en La Mar es un placer.

Es que hasta levantarse al baño es divertido. Recuerdo pasearme entre las mesas con una sonrisa, admirando la decoración del lugar y su estética tan característica. Pasé al lado de un horno lindísimo donde estaban metiendo un tallarín con langostinos que hoy me genera la urgencia de regresar. Una vez llegando al baño, un ambientazo. La música, que en sala estaba en segundo plano, de repente está a un volumen suficiente para que sacar un pasito salsero o corear la canción durante el lavado de manos sea casi irresistible. Regresé a la mesa justo a tiempo para los postres: suspiro a la limeña, claro que sí, y unos picarones suavecitos y crujientes, perfectos para cerrar el maravilloso almuerzo que tuvimos.
Una de mis compañeras de mesa, la argentina, estaba mirando alrededor con gesto contemplativo y me comentó: “De verdad que en esta ciudad la gente vive para comer”. Se entiende. Qué suerte y qué mérito saber aprovechar y entender la diversidad cultural en la gastronomía como lo ha hecho el Perú, que desde cocinas como la de La Mar sigue tomando esa riqueza día a día para celebrarla, exponenciarla y compartirla con el mundo.
(*) Nina Guzmán. Costarricense, educadora, emprendedora y directora creativa. Lleva un poco más de tres años basada en Francia, pero moviéndose constantemente, atraída por la gastronomía y la cultura. Entre viajes, mesas y conversaciones, encuentra historias en lo que come y en lo que observa.
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