VICTORIA TENORIO: LA MADRE DE LA TIERRA
Cinco hijos, 11 nietos y una vida de historias para compartir sobre los 3.700 msnm. En las alturas de Condorccocha (Ayacucho), Victoria Tenorio construye desde la tierra.
Cinco hijos, 11 nietos y una vida de historias para compartir sobre los 3.700 msnm. En las alturas de Condorccocha (Ayacucho), Victoria Tenorio construye desde la tierra.
Escribe Catherine Contreras (IG @caty.contrerasr)
Cinco hijos, 11 nietos, una biznieta y una vida de historias para compartir sobre los 3.700 msnm. En las alturas de Condorccocha (Ayacucho), Victoria Tenorio nos enseña que una sopa de mondongo es un plato festivo: se prepara en días especiales porque su proceso es largo, empieza la noche anterior y requiere que la cocinera vele el fogón hasta el día siguiente.



Ella lo hace así, con el mismo amor que prepara el chollqe, un guiso que ha recuperado del recetario familiar andino, y que está hecho con ollucos deshidratados al mismo estilo del chuño. Sentada al pie del fogón a leña, Mamá Victoria — como le llaman sus familiares y amigos — cocina rodeada de otras mujeres. Vive en esos campos que trabajaron sus abuelos y sus padres, donde cultiva una tierra pródiga en papas nativas, ocas, mashuas y ollucos multicolores.
Ama Condorccocha y sorprende saber que nunca salió de allí. Ni en tiempos del terrorismo, cuando en las alturas de Ayacucho el miedo se instaló en la puna. Victoria Tenorio, tan valiente como ninguna, decidió quedarse y proteger su legado: siguió trabajando sola para dar educación a sus hijos (a algunos incluso los mandó a la ciudad). Uno de ellos, Edilberto Soto Tenorio, cuenta que fue gracias a la ayuda de su madre que las primeras muestras de papas nativas de Condorccocha llegaron a Lima: él se encontraba en la capital y ante un pedido inesperado de unos cocineros, la llamó para que desde el campo ella embalara los tubérculos y los pusiera camino a la ciudad. Cuánto le debemos a mujeres agricultoras y madres como Victoria. Sin su apoyo y amor, muchos emprendimientos no despegarían jamás.

Escribe Catherine Contreras (IG @caty.contrerasr)
Five children, eleven grandchildren, one great-granddaughter, and a life full of stories at 3,700 meters above sea level. In the highlands of Condorccocha (Ayacucho), Victoria Tenorio shows us that mondongo soup is a festive dish: prepared only on special days because its process is long, starting the night before and requiring the cook to watch over the fire until the next day.



She does it with the same love she puts into making chollqe, a stew she has rescued from her Andean family recipes, prepared with dehydrated ollucos in the same way as chuño. Sitting by the wood-fired stove, Mamá Victoria —as family and friends call her— cooks surrounded by other women. She still lives on the land her grandparents and parents worked, cultivating fields rich in native potatoes, ocas, mashuas, and multicolored ollucos.
She loves Condorccocha and it is striking to know that she has never left. Not even during the years of terrorism, when fear settled into the Andean highlands of Ayacucho. Courageous and determined, Victoria chose to stay and protect her legacy: she continued working alone to give her children an education, even sending some of them to the city. One of them, Edilberto Soto Tenorio, recalls that thanks to her help, the first samples of native potatoes from Condorccocha arrived in Lima: he was in the capital when chefs unexpectedly requested them, and she carefully packed the tubers in the countryside and sent them on their way. How much we owe to farming women and mothers like Victoria. Without their support and love, many initiatives would never take off.
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