Escribe Daniel Quintero (IG @danielquintero)

Al oriente de Venezuela, en Cumaná, una ciudad de costa, al borde del río Manzanares, Michelle creció con los aromas dulces que salían de las cocinas de sus abuelas Cristina Mora e Ivonne Cova, de sus tías y de su madre. En su familia la cocina siempre fue femenina, íntima y emocional. La pastelería, en particular, le llegó por el lado paterno: su abuela Ivonne hacía dulces tradicionales venezolanos como majarete y dulce de lechosa, recetas que se convirtieron en recuerdos de infancia y semillas de vocación.

Estudió cocina en Margarita, en el instituto de Sumito Estévez. Tenía 19 años y ya se sentía cautivada no solo por la técnica, sino por lo que la comida revela de las personas. “Sumito me dio una perspectiva más amplia, no solo sobre cocina, sino sobre servicio y sobre cómo entender al comensal”. Sus compañeros de distintas ciudades del país despertaron su curiosidad de esas cocinas regionales.

A los 23 años se mudó a Lima con su hermano, para acompañar a su madre Eucrys Bastardo, y así comenzó su recorrido por cocinas de restaurantes como La Niña, junto a Andrés Orellana, luego ámaZ y el catering de Pedro Miguel Schiaffino, donde conoció a Felipe Garzón, su actual compañero de vida y de proyecto. Más adelante trabajó en Curador, y luego se fue a Colombia con Felipe por unos meses. Allí vivieron en Bogotá, donde Michelle fue parte del equipo de El Chato.

De vuelta en Lima, Michelle asumió la jefatura de pastelería en El Pan de la Chola, liderando la producción para seis tiendas. “Fue una experiencia increíble. Jonathan es el jefe más exigente que he tenido, pero me enseñó muchísimo sobre panadería, liderazgo y manejo emocional”. Junto a Felipe comenzaron a investigar dulces y postres de sus países: Colombia, Venezuela y Perú, donde habitan. Ese intercambio dio vida a Pregón de las Once, un proyecto que no busca replicar recetas tradicionales, sino reinterpretarlas con respeto a su esencia. Lo que comenzó como un “cachuelo” se convirtió en una obsesión compartida: investigar, recolectar historias y dar nueva vida a sabores que parecían olvidados.

Cuando los pedidos empezaron a crecer, decidieron dejar sus trabajos formales y dedicarse de lleno al proyecto. Dos años más tarde se suma Ignacio Sánchez y juntos abrieron un taller en Barranco, que inicialmente iba a ser una dark kitchen, pero terminó convirtiéndose en un espacio de encuentro y de curiosidad para los visitantes. “El sueño es que el Pregón crezca, abrir un local de atención al público, viajar con Felipe para seguir investigando. Todo lo que hacemos lo hacemos con cariño, desde nuestras raíces, y con un profundo agradecimiento a Perú”.

MICHELLE GAMARDO, SWEET RESEACHER

Escribe Daniel Quintero (IG @danielquintero)

In eastern Venezuela, in Cumaná a coastal city on the banks of the Manzanares River, Michelle grew up surrounded by the sweet aromas wafting from the kitchens of her grandmothers, Cristina Mora and Ivonne Cova, her aunts, and her mother. In her family, cooking was always feminine, intimate, and emotional. Pastry-making, in particular, came from her father’s side: her grandmother Ivonne prepared traditional Venezuelan sweets such as majarete and dulce de lechosa (candied papaya), recipes that became childhood memories and the seeds of a vocation.

She studied culinary arts in Margarita Island at the culinary institute of Chef Sumito Estévez. She was 19 years old and already captivated not only by technique but also by what food reveals about people. “Sumito gave me a broader perspective, not just about cooking, but about service and how to understand the diner.” Her classmates, who came from different cities across the country, sparked her curiosity about those regional cuisines.

At 23, she moved to Lima with her brother to join her mother, Eucrys Bastardo. She thus began her journey through the kitchens of restaurants such as La Niña, alongside Andrés Orellana, then ámaZ, and the catering service of Pedro Miguel Schiaffino, where she met Felipe Garzón, her current life and project partner. Later, she worked at Curador and then spent a few months in Colombia with Felipe. They lived in Bogotá, where Michelle was part of the team at El Chato.

Back in Lima, Michelle took on the role of head pastry chef at El Pan de la Chola, leading production for six stores. “It was an incredible experience. Jonathan is the most demanding boss I’ve ever had, but he taught me so much about baking, leadership, and emotional management.” Together with Felipe, she began researching sweets and desserts from their home countries Colombia, Venezuela, and Peru, where they now live. This exchange gave rise to Pregón de las Once, a project that does not aim to replicate traditional recipes but rather to reinterpret them while respecting their essence. What began as a side gig turned into a shared obsession: researching, gathering stories, and giving new life to flavors that seemed forgotten.

When orders began to grow, they decided to leave their formal jobs and dedicate themselves fully to the project. Two years later, Ignacio Sánchez joined them, and together they opened a workshop in Barranco, which was initially meant to be a dark kitchen but ended up becoming a space for gathering and sparking curiosity among visitors. “The dream is for Pregón to grow, to open a storefront for the public, to travel with Felipe to continue researching. Everything we do, we do with love, from our roots, and with profound gratitude to Peru.”

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