Escribe Soledad Marroquín (IG @sol_marroquin)

En su familia los domingos eran sagrados: largas mesas, risas y un par de botellas de vino que las abuelas servían en pequeñas copas de cristal tallado. Tal vez por ser la nieta mayor, Carla fue iniciada desde muy pequeña en ese ritual que, sin saberlo, marcaría su destino. Hoy es Chez Carlita, una de las comunicadoras del vino más queridas y auténticas en Chile.

Carla Urrunaga creció en una familia de clase media en Lima. Su padre era taxista y su madre, ama de casa. Desde niña fue el orgullo del hogar: destacada en los estudios, siempre en los primeros puestos y campeona de matemáticas en concursos interescolares. Su profesión elegida fue hotelería o periodismo pero su familia le dijo: “Tienes que ser ingeniera”. Así ingresó a la Universidad Agraria La Molina, donde vivió algunos de los mejores años de su vida. Su vocación la llevó hacia el mundo de la hotelería; como jefa de alimentos y bebidas en un reconocido hotel de Cajamarca, conoció al que sería su compañero de vida: un chileno con quien lleva más de 17 años. “Vine y sigo en Chile por una sola razón: amor”, suele decir con una sonrisa.

Su verdadera historia con el vino comenzó mucho antes. En su familia, unida y sibarita, los domingos eran sagrados: largas mesas familiares, risas, y un par de botellas de vino que las abuelas servían en pequeñas copas de cristal tallado. Tal vez por ser la nieta mayor, Carla fue iniciada desde muy pequeña en ese ritual que, sin saberlo, marcaría su destino. Años más tarde, un viaje a Argentina durante el auge del enoturismo despertó definitivamente su pasión. Soñaba con abrir un wine bar pero ya en Chile creó Las Almuercenas, encuentros íntimos y clandestinos que combinaban vino, gastronomía y conversación. 

Así nació Chez Carlita, un blog de recetas en Facebook. Con esta expresión que en francés significa “en casa de Carlita” la conocen hoy, como una de las comunicadoras del vino más queridas y auténticas en Chile. Y aunque vivir del vino no es fácil —y menos como educadora y comunicadora—, reconoce que los cursos y catas son su ingreso principal, aunque la comunicación ocupa la mayor parte de su tiempo. Su gran desafío es equilibrar la balanza y valorar el trabajo. “Con canjes no se pagan las cuentas”, afirma con humor. Siempre rechazó la etiqueta de “influencer”, le parecía una forma de minimizar su trabajo. Hasta que fue invitada a participar en los Vino Influencers Awards en España. Comprendió que ser influencer también podía ser una forma de inspirar, educar y conectar con una comunidad que confía en sus recomendaciones.

Las personas llegan a Carla por afinidad y curiosidad por el vino. En sus cursos evita el lenguaje técnico excesivo y busca que cada botella cuente una historia. “No me interesa tanto si la acidez es media o media más. Quiero que recuerden el vino mañana, la próxima semana o incluso el próximo año”, dice. Y desde su experiencia de marketing digital, ella defiende una comunicación del vino cercana y humana. “A veces olvidamos que lo que preocupa (al consumidor) no es el grosor del vidrio de la copa, sino cómo elegir el vino adecuado para cada ocasión”. Su consejo es simple y contundente: “Hazlo simple, ameno y recordable”. En su caminar destaca la influencia del sommelier Pascual Ibáñez, con quien tuvo la oportunidad de aprender y compartir experiencias que marcaron su formación. Ha realizado varias catas de vinos peruanos en Chile, aunque aún no dicta cursos específicos sobre el tema por la falta de información estructurada. 

Carla no se ve en Santiago dentro de cinco años y sueña en vivir en alguna región vitivinícola. Sueña en llegar al podio de los cinco mejores wine influencers —ya ha sido nominada dos veces— y obtener el Diploma en Tasting de la Wine Scholar Guild, paso importante en su camino hacia el ansiado título de Master of Wine. “Una sueña y propone”, dice con serenidad, “pero el destino ya está bastante trazado. A donde me lleve, espero seguir transmitiendo mi pasión por el vino, encantando y compartiendo”.

CARLA URRUNAGA: A PERUVIAN WINE INFLUENCER WHO CONQUERED CHILE

Words by Soledad Marroquín (IG @sol_marroquin)

In her family, Sundays were sacred: long tables, laughter, and a couple of bottles of wine that the grandmothers served in small cut crystal glasses. Perhaps because she was the eldest granddaughter, Carla was initiated into this ritual from a very young age, a rite that, without her knowledge, would shape her destiny. Today, she is Chez Carlita, one of the most beloved and authentic wine communicators in Chile.

Carla Urrunaga grew up in a middle-class family in Lima. Her father was a taxi driver and her mother a housewife. Since childhood, she was the pride of the home: outstanding in her studies, always among the top students, and a mathematics champion in interschool competitions. Her chosen profession was hospitality or journalism, but her family told her, “You have to be an engineer.” Thus, she entered the Universidad Agraria La Molina, where she lived some of the best years of her life. Her vocation led her to the world of hospitality; as head of food and beverage in a well-known hotel in Cajamarca, she met the man who would become her life partner: a Chilean with whom she has been for more than 17 years. “I came and stayed in Chile for one reason only: love,” she often says with a smile.

Her true story with wine began much earlier. In her united and food-loving family, Sundays were sacred: long family tables, laughter, and a couple of bottles of wine that the grandmothers served in small cut crystal glasses. Perhaps because she was the eldest granddaughter, Carla was initiated into this ritual from a very young age, a rite that, without her knowledge, would shape her destiny. Years later, a trip to Argentina during the boom of wine tourism definitely awakened her passion. She dreamed of opening a wine bar, but in Chile, she had already created Las Almuercenas, intimate and clandestine gatherings that combined wine, gastronomy, and conversation.

That’s how Chez Carlita was born, a recipe blog on Facebook, with this expression, which in French means “at Carlita’s house.” She is known today as one of the most beloved and authentic wine communicators in Chile. And although living from wine is not easy — and even less so as an educator and communicator — she acknowledges that courses and tastings are her primary source of income. However, communication takes up most of her time. Her great challenge is to balance the scale and value her work. “You can’t pay the bills with barter deals,” she says with humor. She always rejected the label of “influencer”; it seemed to her a way to minimize her work. Until she was invited to participate in the Vino Influencers Awards in Spain, she understood that being an influencer could also be a way to inspire, educate, and connect with a community that trusts her recommendations.

People come to Carla out of affinity and curiosity about wine. In her courses, she avoids excessive technical language and seeks to tell a story in each bottle. “I’m not so interested in whether the acidity is medium or medium-plus. I want them to remember the wine tomorrow, next week, or even next year,” she says. And from her experience in digital marketing, she advocates for a close and human approach to communicating about wine. “Sometimes we forget that what worries [the consumer] is not the thickness of the glass, but how to choose the right wine for each occasion.” Her advice is simple and forceful: “Make it simple, pleasant, and memorable.” On her path, she highlights the influence of sommelier Pascual Ibáñez, with whom she had the opportunity to learn and share experiences that marked her training. She has held several tastings of Peruvian wines in Chile, although she has not yet taught specific courses on the subject due to the lack of structured information.

She doesn’t see herself in Santiago within five years and dreams of living in some wine-producing region. She dreams of reaching the podium of the five best wine influencers — she has already been nominated twice — and obtaining the Tasting Diploma from the Wine Scholar Guild, an essential step on her path toward the longed-for title of Master of Wine. “One dreams and plans,” she says calmly, “but destiny is already quite drawn. Wherever it takes me, I hope to continue transmitting my passion for wine, enchanting, and sharing.»

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