
BRENDA NATERS: COCINA PARA SANAR
Su propuesta reconforma en una red de cafés que están presentes en clínicas de Lima, y se extiende a dos conceptos muy distintos en Barranco.
Su propuesta reconforma en una red de cafés que están presentes en clínicas de Lima, y se extiende a dos conceptos muy distintos en Barranco.
Escribe Daniel Quintero (IG @danielquintero)
Todos los días, Brenda Naters llega con una sonrisa amplia, los brazos abiertos y la cocina lista para reconfortar. En las cafeterías de las clínicas limeñas ahí está ella, sirviendo un café, un pan recién horneado o un guiso casero que da energías y se siente como un abrazo.
Desde niña supo que quería cocinar. Estudió hotelería y cocina en Montemar, y fue ahí donde todo empezó. “Un día salió un concurso para abrir una cafetería con la consultora McCann. Lo gané junto a una amiga, Úrsula Noriega. Así comenzó todo”. Después vendrían otras concesiones, otras cocinas, y un camino largo y desafiante. Conoció a Astrid Gutsche apenas cuatro meses después de que abriera Astrid & Gastón en Cantuarias. “Ella entró, me pidió una anfitriona… y así empecé a trabajar con el Grupo Acurio”. Serían doce años intensos de aprendizaje y crecimiento.
Pero la vida, como sus platos, no siempre es dulce. En un momento, todo se vino abajo y con un bebé recién nacido, volvió a empezar. Regresó a las cafeterías, a cocinar. Durante 14 años estuvo al mando de la cocina de la clínica San Felipe, y esa experiencia la llevó a conectar con otras clínicas. Hoy lleva más de una década en la clínica Delgado, donde su cocina abraza a pacientes, familiares y médicos.
Cuando llegó la pandemia, se paralizó todo. Sus cocinas, todas en clínicas, cerraron de golpe. “Caminando por Domeyer vi un local vacío, al costado de Awicha, y pensé en una churrería”, pero el destino la llevó por otro camino. Comenzó a hacer makis y, junto con Raúl Medina y Raúl Agurto, nació Japonesa & Co, una barra nikkei en un espacio pequeño pero con corazón gigante. “Jamás pensé hacer nikkei. Es una aventura que no sé a qué viaje me llevará”. Un día, también en Domeyer, alguien le pasó la voz sobre el traspaso de Colonia & Co. Tres meses de negociaciones después, Brenda tenía en sus manos una casa enorme con una distribución caótica, pero llena de posibilidades. Mientras las clínicas seguían cerradas, ese lugar se convirtió en su refugio y en su nuevo proyecto.
Hoy, Colonia late con ese calorcito de hogar: un desayuno rápido o abundante, almuerzos sabrosos, churros para la tarde, cócteles y piqueos para cerrar el día. “Es un espacio cálido, de mucho servicio personalizado. Queremos que la gente se sienta bien recibida”.
Aun así, su corazón está en otro lado. “Quiero crecer en clínicas, ese es mi core. Estar ahí para la gente que más lo necesita.” Lo dice con la voz firme, pero suave. Y se entiende: para Brenda, cocinar es sanar. “Amo mis clínicas. Porque toco a la gente todos los días, y ellos también me tocan a mí. Todos están tristes, preocupados… pero con un plato bien hecho, a veces les saco una sonrisa. Y eso vale todo”.
Words by Daniel Quintero (IG @danielquintero)
Every day, Brenda Naters arrives with a broad smile, open arms, and a kitchen ready to comfort. In the cafés within Lima’s clinics, there she is, serving a coffee, a freshly baked bread, or a homemade stew that feels like a hug and fills you with energy.
She knew she wanted to cook since she was a little girl. She studied hospitality and culinary arts at Montemar, and that’s where her culinary journey began. “One day, there was a contest to open a café with the McCann consulting firm. I won it alongside a friend, Úrsula Noriega. That’s how it all started.” Then came other concessions, other kitchens, and a long, challenging journey. Just four months after Astrid & Gastón opened on Cantuarias Street, she met Astrid Gutsche. “She walked in and asked for a hostess… and that’s how I started working with the Acurio Group.” What followed were twelve intense years of learning and growth.
But life—like her dishes—isn’t always sweet. At one point, everything collapsed, and with a newborn baby, she had to start over. She returned to cafés, to cooking. For 14 years, she led the kitchen at San Felipe Clinic, which opened doors to other clinics. Today, she’s been at Delgado Clinic for over a decade, where her food offers comfort to patients, families, and doctors alike.
Then the pandemic hit, and everything came to a halt. Brenda’s kitchens, all located in clinics, shut down overnight. “Walking down Domeyer Street, I saw a space next to Awicha and thought of opening a churro shop,” but fate had other plans. She began making makis, and together with Raúl Medina and Raúl Agurto, she launched Japonesa & Co., a Nikkei-style bar in a small space with a huge heart. “I never imagined doing Nikkei. It’s an adventure—I don’t know where it will take me.”
One day, also on Domeyer, someone told her that Colonia & Co. was up for transfer. After three months of negotiations, Brenda found herself with a large house, chaotic in its layout but full of potential. While the clinics remained closed, that space became her refuge and her new project.
Today, Colonia & Co. radiates the warmth of home: quick or hearty breakfasts, tasty lunches, afternoon churros, cocktails, and small bites to close the day. “It’s a cozy space, with highly personalized service. We want people to feel genuinely welcomed.”
Still, her heart lies elsewhere. “I want to grow within clinics—that’s my core. To be there for the people who need it most.” She says it with a firm but gentle voice. And it makes sense: for Brenda, cooking is a form of healing. “I love my clinics. I touch people every day—and they touch me too. Everyone’s sad and worried… but with the right dish, I sometimes make them smile. And that’s everything.”
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