FABIOLA MUÑOZ: “LOS TRANSGÉNICOS SON UNA TECNOLOGÍA MÁS, PERMITIR SU ENTRADA AL PERÚ NO ES UNA DISCUSIÓN EXCLUSIVAMENTE CIENTÍFICA”

“Los impactos no se sentirán en tubos de ensayo, lo bueno y lo malo se apreciará en la realidad, en el campo, en la vida cotidiana y no precisamente en la de los científicos”.

Entrevista María Elena Cornejo (@cucharonviajero) / Foto Portada Amilcar Alvarez Garcia

Fabiola Muñoz, abogada, exministra de los ministerios de Agricultura y del Ambiente, exdirectora de la Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre, entre otros cargos, conversa con El Trinche sobre el modelo de sociedad que queremos construir, sobre la deforestación hormiga que amenaza la Amazonía, sobre la despensa boutique del Perú que debemos preservar y mucho más.

¿Es cierto que los que están en contra de los transgénicos se oponen a la ciencia o se dejan llevar por la “ignorancia”, como algunos han señalado en las últimas semanas? La ingeniería genética ha avanzado mucho, la tecnología transgénica es resultado de ello, pero es una tecnología más, no es ni el cielo, ni el infierno. La tecnología transgénica, como muchas cosas, no es mala en sí misma, hay grandes avances que permiten contar con cultivos con mayor resistencia a ciertas plagas y otros beneficios, pero a la vez, también se reportan casos de plagas que se están volviendo más resistentes a estos cultivos. Modificar los organismos genéticamente tiene sus beneficios y sus riesgos.

No podemos descalificar a una persona porque no esté de acuerdo con el ingreso de transgénicos al país. La discusión sobre permitir o no la entrada de transgénicos al Perú no es una discusión exclusivamente científica. La ciencia ha avanzado mucho, soy una convencida de que para tener mejores políticas públicas tenemos que contar con base científica, fomentar la investigación es clave, pero no es la única variable que se debe tomar en cuenta para tomar buenas decisiones de política pública, el tema de los transgénicos es un claro ejemplo. Hay que analizar también lo ambiental, lo social, lo cultural y la capacidad del Estado para hacer cumplir las normas, pero sobre todo hay que saber con claridad cuál es el resultado de un análisis costo/beneficio que incluya las diferentes variables y no solo la científica (Foto Paola Miglio: tubérculos de agricultor Manuel Choqque en Huatata, Cusco).

Algunos dicen que los transgénicos aliviarán el problema del hambre del mundo, pero otros hablan de sobreproducción alimenticia y desperdicio en cantidades abusivas. ¿Nos falta alimento o no está distribuido de forma correcta? ¿Lo que faltaría más bien no son políticas alimentarias? Según la FAO, a nivel global, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano se pierde o desperdicia. Esto equivale a cerca de 1 300 millones de toneladas de alimentos, lo que incluye el 30% de los cereales, entre el 40 y el 50% de las raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas, el 20% de la carne y productos lácteos y el 35 % de los pescados. La FAO calcula que dichos alimentos serían suficientes para alimentar a 2 000 millones de personas. Tenemos un problema de hambre en el mundo que no hemos podido resolver y desperdiciamos un promedio del 30% del alimento que se produce.

No creo que podamos afirmar que los transgénicos solucionarían el problema del hambre en el mundo. Si revisamos los datos de la última encuesta de hogares realizada en Estados Unidos, aproximadamente 23.9 millones de los 249 millones de entrevistados ha indicado que “a veces no tenían lo suficiente para comer” durante la semana que terminó el 21 julio; y unos 5.42 millones de ciudadanos señaló que “frecuentemente no tenían lo suficiente para comer” durante dicho periodo. Esta es información oficial del Departamento de Comercio de Estados Unidos que está preocupado por los datos sobre cómo viene creciendo el nivel de la inseguridad alimentaria en ese país. Estados Unidos permite los transgénicos y no ha podido controlar el hambre. Es claro que tenemos que repensar nuestra forma de vida, de producción, de consumo, de relacionamiento entre unos y otros, el hambre es un problema complejo, que como muchas otras cosas, requiere soluciones complejas.

¿Los transgénicos son compatibles con el tipo de sociedades rurales que queremos promover? Creo que por aquí está el verdadero análisis que debemos poner en la mesa. En mi opinión la discusión de fondo no es si la tecnología transgénica es buena o mala, la verdadera discusión es qué clase de país queremos ser. Estas son las opciones que debemos identificar y sobre las cuales deberíamos dialogar. Y resalto “dialogar” con respeto, con empatía, poniéndonos en el lugar de la otra persona, para entender los diferentes puntos de vista, los temores, también las oportunidades pero, sobre todo, los riesgos.

Sea cual sea la decisión debe tomarse luego de estar bien informados, pero la científica no puede ser que la única información que cuente, porque en este tema no solo tienen derecho a opinar los científicos, tienen derecho a opinar aquellos con legítimo interés, como los productores, las empresas, los ciudadanos y ciudadanas. Los impactos no se sentirán en tubos de ensayo, lo bueno y lo malo se apreciará en la realidad, en el campo, en la vida cotidiana y no precisamente en la de los científicos.

Hace poco me preguntaron qué opinaba sobre un proyecto de energía: una hidroeléctrica que requería inundar una gran extensión de la Amazonía. Mi primera reflexión fue preguntar “¿no existe otra manera que ocasione menos impacto para generar la energía que se necesita?”. La respuesta fue que sí la había. Probablemente hace 15 años inundar el territorio hubiera sido la mejor opción, hoy no lo es. Entonces, lo que tenemos que hacer es analizar todas las opciones, sus impactos, sus riesgos y luego decidir. Hoy tenemos opciones de generación de energía eólica o solar que podrían causar mucho menos impacto y, aunque todas son opciones de energía limpia, algunas generan menos impacto que otras. Las tres tecnologías pueden ser buenas, pueden ser limpias, pero los impactos que generan cada una de ellas son muy diferentes, por eso no podemos descalificar la tecnología per se, pero podemos elegir la que para el caso concreto genere menos riesgo.

Los campesinos en el Perú son dueños de sus semillas que usan desde siempre para mejoramiento genético. ¿Cómo afectaría el ingreso de semillas transgénicas a la cultura de siembra, producción y trueque? Valoro e impulso la agricultura familiar por convicción, además porque es la base de nuestra seguridad alimentaria y es gracias a pequeños productores que se han conservado ejemplares de nuestra agrobiodiversidad que hoy podemos disfrutar porque sus manos las cultivaron para nosotros, sus saberes ancestrales han hecho que lleguen hasta nuestros tiempos y puedan ser estudiadas por los científicos. Apoyar la agricultura familiar no significa querer que los productores vivan en pobreza, ni que quiera mantener a los productores alejados de otras tecnologías, de los descubrimientos científicos, del mercado, solo que para mí existen muchas tecnologías y muchos mercados y no necesariamente creo que las necesitemos todas, ni que debamos orientar nuestra producción a todos los mercados.

Tenemos una biodiversidad maravillosa, somos centro de origen de muchas especies y nos sentimos orgullosos de ello y estamos como país justamente en el camino de posicionar nuestros super foods. A pesar de estas condiciones excepcionales, no hemos invertido lo necesario en patentar, registrar y salvaguardar nuestros conocimientos tradicionales y proteger nuestra biodiversidad. No porque algo sea “moderno” es mejor, ni peor, solo es diferente. Lo que tenemos que decidir es si queremos seguir siendo el país que tiene como principal capital su biodiversidad y sus conocimientos tradicionales, su artesanía hecha a mano o queremos priorizar otras alternativas. Nuestros productores han conservado variedades por siglos gracias a sus conocimientos tradicionales, no siempre bien valorados (Foto por Paola Miglio: papas nativas resultado de cruces en campo de cultivo, Cusco).

Según la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, en muchos países los conocimientos tradicionales han pasado a ocupar el centro de los debates sobre políticas en relación con la propiedad intelectual, sin embargo nosotros aun no priorizamos el registrar los conocimientos tradicionales de nuestros pueblos indígenas. La misma organización ha informado que en 2001, China otorgó más de tres mil patentes sobre innovaciones en el ámbito de la medicina tradicional china y no creo que China no tenga acceso a otros conocimientos más modernos, la diferencia es que allí sí le da un gran valor a este conocimiento. Esta organización mundial, señala que: “otra dificultad con que se enfrentan los titulares de los conocimientos tradicionales es la falta de respeto y valoración en relación con ese saber. Por ejemplo, cuando un curandero tradicional hace una mezcla de plantas para curar una enfermedad, ciertamente no aislará ni describirá algunos de los compuestos químicos, ni utilizará los términos de la bioquímica moderna para describir sus efectos en el organismo, sino que basará su tratamiento médico en la experiencia clínica que los curanderos han ido adquiriendo en el pasado a lo largo de las generaciones, y en una comprensión empíricamente fundamentada de la interacción entre la mezcla y la fisiología humana. Así pues, al adoptar una estricta perspectiva cultural para considerar las cualidades técnicas y científicas de los conocimientos tradicionales se puede pasar por alto el verdadero valor de esos conocimientos”.

Siendo un país sobrerregulado y al mismo tiempo informal, ¿podemos aspirar a una regulación eficiente que no contamine otros cultivos? La informalidad es un gran problema para nosotros. La regulación perfecta puede existir, el reto es hacerla cumplir. Miremos los ejemplos de todo tipo: el comercio ambulatorio en Gamarra, la minería ilegal en Pataz, el narcotráfico en Caballococha. En todos estos casos, el Estado y muchos actores de la sociedad civil hacen esfuerzos para combatir la informalidad y la ilegalidad, lo cierto es que no siempre tenemos éxito, ese es para mí el mayor riesgo, que no siempre podemos cumplir o hacer cumplir lo que está escrito. Lo clave no es escribir, sino ejecutar. La cultura de la siembra, la producción orgánica y el trueque podrían verse afectados con el ingreso de transgénicos, pero ello dependerá nuevamente de muchos factores (Foto Paola Miglio: biodiversidad en Tambopata).

El modelo de producción de los cultivos transgénicos requiere amplias extensiones de terrenos, como los hay en nuestra costa, pero no en la sierra, donde la geografía es accidentada y nuestro potencial son los pisos ecológicos. ¿Se puede cultivar en una parte sin perjudicar a la otra? ¿Es cierto que las semillas contagian los campos vecinos por factores incontrolables como la polinización y el viento? Hay muchas variables, muchos factores a tomar en consideración para liberar semillas transgénicas. Se puede planificar hacerlo en campos bajo monitoreo, pero nunca lograremos el control de un laboratorio en una universidad. Si se decidiera permitir su ingreso, esa es la mayor preocupación para mí. Podemos tomar todas las precauciones, podemos actuar de buena fe, pero el riesgo de la informalidad no es algo que podamos controlar, además de lo difícil que ya es controlar los factores naturales. Nuestra producción tiene condiciones muy especiales, podríamos decir que, así como en los hoteles nuestra producción es “boutique” (Foto Paola Miglio: copoazú listo para comer).

Cada país tiene una realidad diferente. Lo que es bueno para uno, puede ser nefasto para el otro. ¿Qué opinas con relación al Perú y su despensa tan variada y singular? Esto es muy cierto, por eso tenemos que decidir el país que queremos ser, nuestra identidad está asociada a nuestra agrobiodiversidad, a nuestra cultura ancestral y eso no es malo. Nuestra gastronomía ha sabido ser el eco perfecto de una papa nativa, amo el copoazú y me encanta la arracacha. Probablemente muchos no conozcan el copoazú ni la arracacha y quizá algunos no sepan que debemos estar orgullosos de nuestro cacao fino de aroma, que somos el país de los cafés especiales y que son nuestros el ungurahui, el aguaje y la castaña.

Tenemos tanto y tan variado, pero aun no hemos logrado situarlo en el valor que realmente tiene y es justamente por su diferencia, por su naturaleza que es valioso, no es la producción en serie la que nos caracteriza ni la falta de sabor; es el color, el olor, el producto de calidad, pero no solo por pensar en el tamaño y el peso, el color y el sabor, es también por pensar en cómo se produjo, cuánto conocimiento hay detrás y cómo podemos potenciarlo. Me inclino por pensar que tenemos aún tanto que hacer para explorar las opciones de lo que ya poseemos, de nuestra despensa, que el foco debería estar en cómo potenciar la puesta en valor de nuestra agrobiodiversidad con un enfoque orgánico, que es lo que finalmente los consumidores querrán (Foto Paola Miglio: castañas de Madre de Dios).

¿Qué pasa con la Amazonía amenazada desde ahora con la deforestación por tala indiscriminada, minería informal y crecientes cultivos de palma aceitera? La Amazonía tiene sus propias dinámicas y problemas. Lo que es imperdonable para un país como el nuestro es que perdamos 150 000 hectáreas anuales de bosque por la deforestación, más aún cuando esta pone en riesgo no solo los servicios ecosistémicos de esos bosques en general, sino porque todo está conectado y lo que pasa con los bosques influye en la agricultura, especialmente en la disponibilidad de agua de la agroexportación de costa en el Perú.

Me sorprendió que la discusión de los transgénicos haya tenido más atención que la necesidad de parar la deforestación de nuestros bosques o la problemática que enfrentamos con los incendios forestales que se vienen incrementando. La deforestación en nuestro país es mayoritariamente una deforestación hormiga, que se produce principalmente por una agricultura que crece de forma desordenada. Necesitamos pararla y no lo hemos logrado. La gente se sorprende cuando se enteran de que no son ni la minería ni la palma las que generan la mayor cantidad de deforestación, es el café, el cacao, la papaya, la ganadería y otros cultivos desordenados. Eso no quiere decir que no hay que parar la minería o la tala ilegales, hay que hacerlo y con todo el peso de la ley.

Nosotros, como consumidores, podríamos hacer la diferencia, si empezamos a ser más conscientes de lo que compramos y exigimos no solo calidad sino también sostenibilidad. Ningún producto que exista a costa de la deforestación debería ser aceptado en nuestras mesas. Esta es una tendencia global y hay ya muchos mercados que no van a permitir insumos que tengan origen en la deforestación. Este es el momento para tomar acción, poner en valor el bosque en pie es tan importante como generar un nuevo modelo de agricultura tropical, una agricultura carbono neutral (Foto Juan Manuel Portocarrero Ramírez: Pangoa).

¿El glifosato es dañiño per se o es el mal uso el dañino? ¿Los cultivos orgánicos también usan pesticidas peligrosos y contaminantes? Los consumidores a nivel global quieren comer cada vez de forma más natural, más saludable, más orgánica. Ello implica que están dispuestos a pagar más y mejor por productos con ciertos atributos. El glifosato es un herbicida, como tal no debería ser considerado ni bueno ni malo en sí mismo, pero el problema principal es cómo lo utilizamos. Como en muchos casos, la indicación puede ser 1 pero se tiende a superar la dosis y poner 2, creyendo que usando más tendremos mejores resultados, pero es probable que lo único que se genere sea un mayor problema, porque en dosis inadecuada podría generar complicaciones para la salud humana. El glifosato es el herbicida más común y también el más polémico.

Hay quienes han abandonado los cultivos orgánicos pensando que tendrán mejores resultados usando productos como el glifosato, lo cierto es que los productos orgánicos están teniendo cada vez mayor valor, justamente porque son completamente naturales, no tienen añadidos. Mientras más naturales sean los productos, especialmente sin pesticidas y agroquímicos, mejores precios y mercados podrán ser accesibles (Foto Paola Miglio: Tambopata, Madre de Dios).

Se dice que el problema del ingreso de transgénicos es que vienen en paquete (semillas, pesticidas y dependencia del productor) y que las transnacionales nos quitarían soberanía alimentaria. ¿Es cierto? Muchas cosas vienen en paquete, pero como lo he mencionado, lo que necesitamos definir es qué clase de país queremos ser, cuál es nuestra visión, para decidir si queremos seguir siendo un país que ponga en valor su agrobiodiversidad y generando condiciones para ello o queremos optar por un futuro diferente.

Si nuestra fortaleza es ser productores para nichos de mercado, ¿es conveniente competir con la producción masiva de Argentina o Brasil de soya, por ejemplo? No queremos ni podríamos competir en ciertos cultivos. Efectivamente, nuestra producción debe dirigirse a nichos de mercado, esos que buscan lo que nosotros tenemos, super foods, naturales, orgánicos, etcétera. Podemos ser el país de alimentación boutique para seguir con la metáfora de los hoteles, solo de nosotros dependerá que mediante el diálogo podamos construir una visión de Perú conjunta y nos demos cuenta dónde está el verdadero valor para nuestra producción agrícola.

 

Etiquetas: transgénicos, moratoria, congreso, ley de moratoria OVM, maría elena cornejo, fabiola muñoz

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